Cuentan que una vez, un pescador extrajo del mar con una de sus redes un enorme diamante ( no un salmón ni mucho menos un bacalo, a lo mejor un besugo no hubiera estado mal ) que relucía bajo el sol con un sorprendente brillo. El hombre regresó a su hogar alegre de darse cuenta de lo afortunado que era y pensando dónde guardaría el valioso tesoro que había encontrado.
Llegando a casa, decidí que lo enterraría en el jardín, en el pequeño huerto, junto a los tomates. Cogió una pala, c...
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